lunes, 17 de junio de 2013

Bienaventuranzas de los esposos




-Bienaventurados ustedes, esposos cristianos, que saben ser pobres en el espíritu, que no hacen depender la felicidad de la cuenta bancaria, del coche más lujoso o de la casa más grande.
-Bienaventurados los esposos que afrontan con valor las aflicciones y las pruebas y que no pierden la confianza de que el Señor seguirá acordándose de ustedes.
-Bienaventurados los esposos llenos de mansedumbre, que saben escuchar y perdonar, que en las diferencias se acogen con paciencia, y que no pierden nunca el humor.
-Bienaventurados los esposos que tienen hambre y sed de justicia, que abren las puertas y los corazones a los pequeños problemas del vecino y a los grandes problemas del mundo.    
-Bienaventurados los esposos llenos de misericordia, que se dan cuenta de las heridas y las fatigas de los hermanos y que se detienen a curarlas pagando de su bolsillo, que saben abrir la puerta y preparar la mesa a los amigos y también a los pobres.
-Bienaventurados los esposos puros de corazón que se entregan uno a otro sin secretos de cuerpo y del alma, que intentan cada día decirse todo, y que acogen la vida como signo del amor del Creador.
-Bienaventurados los esposos constructores de paz, la de la familia y la del mundo, que en cada conflicto buscan el diálogo, que no piensan resolver los problemas a partir de la razón del más fuerte, y que educan a los hijos sin levantar vallas entre ustedes y ellos.

-Bienaventurados ustedes si logran realizar en su vida al menos un poco de lo que les enseña el evangelio: y, si sucede que les llaman anticuados o necios, precisamente entonces es cuando su vida agrada más al Señor.

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